Era 28 de mayo de
2013. Acababa de llegar del instituto muy acalorada. Hacía muchísimo calor, el
sol brillaba con fuerza y el canto de los grillos retumbaba en mis oídos.
Al oler los
filetes de pollo, solté rápidamente la mochila de una manera brusca. Me dirigí
a la cocina y llevé mi plato de comida al salón. Empecé a comer, mientras veía
las noticias en Antena 3 y a la vez escuchaba los insoportables ronquidos de mi
abuelo.
Me disponía a
cambiar de canal, ya que me parecía absurdo ver a Rajoy. Fue entonces cuando
una voz aguda informó que en China habían rescatado a un recién nacido de una
tubería de baño.
Recuerdo
claramente que me quedé sin habla. Dejé de comer, mientras contemplaba de
manera absorta la televisión. En ese momento, mi abuela me decía algo pero no
le prestaba la más mínima atención.
La voz aguda
continuaba, al parecer un vecino escuchó el llanto del bebé y decidió llamar a
los bomberos. De pronto pusieron el vídeo de cómo salvaron al recién nacido.
Los vellos de mi brazo comenzaban a erizarse y mi boca se quedaba seca.
Cortaron la
tubería en forma de “L”, con ayuda de un serrucho, mientras podía verse el
rostro de esa pequeña criatura, aún con la placenta. El niño identificado como
el número 59, por su incubadora, creo que pesó dos kilos. Esta noticia hizo que
personas llegaran al hospital con pañales, ropa de bebé.... Si no recuerdo mal,
hubo ofertas de adopción.
Mi cabeza a partir
de aquí, empieza a nublarse. Pero estoy segura de que nunca olvidaré ese día.